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17 DE OCTUBRE

Aunque algo en su corazón siempre le había dicho que no pertenecía a ese mundo, la idea nunca había sido tan clara como esa mañana. La luz del día trajo consigo la revelación, era hora de partir. El viaje sería largo por lo que los artículos que llevaría como equipaje debían ser cuidadosamente seleccionados. Lo que no fuera estrictamente necesario al final se convertiría en estorbo. Pero de pie, en el centro de su habitación, entendió que todas aquellas cosas inanimadas eran parte vital de su vida. Las observó lentamente, una a una: El escritorio de madera clara que guardaba desvelos de letras, el closet con aquella ropa que había servido para impresionar o desilusionar a más de alguno, la cama llena de sueños muertos, las flores que pintadas en la pared llenaban de color el lugar, la librera con todos esos libros; esas cosas la habían visto reír y llorar.  Esa era su vida, ese pequeño lugar era lo que hasta ese momento conocía como hogar. ¿Cómo podría dejarlo todo, allí, abandonado?

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