Mi amigo

Hace unos años aprendí que los para siempre no existen, y que los hasta que la muerte los separe pueden durar unos años o menos. Y a partir de esa época he tratado de amar mejor, de disfrutar más, de sentir con más intensidad, y por qué no, de aguantar menos, de soltar más rápido. Sí, todo ello se escucha genial, pero también debo advertir que no siempre lo he logrado. Sin embargo, desde esos días, también he aprendido que por la leche derramada no se llora, que lo que se hizo se hizo y lo que no, se llora un poquito y se trata de hacer mejor la próxima vez.

Pero, ¿por qué escribir esto hoy? Porque hoy recordé a un amigo al que quise mucho. Una vez alguien me sentó y me dijo que dejara de andar con él porque la gente hablaba; la gente murmuraba que él y yo andábamos juntos y que aquello era mucho más que una amistad. Le agradecí a esa persona su preocupación y salí de allí. Medité un poco sobre aquello y recordé la promesa que me había hecho a mi misma tiempo atrás: tratar de vivir el momento, porque de seguro no volvería. Así que nuestra amistad siguió. Él y yo sabemos que lo nuestro era amistad, una muy buena, y nada más. Y me alegra mucho haber tomado esa buena decisión, de no prestarle atención a la gente. Hoy recuerdo nuestras largas y sinceras conversaciones, nuestras salidas a comer, las bromas que solo nosotros entendíamos. Pero como era esperado, la vida nos llevo por distintos caminos y hoy ya no veo a mi amigo. Pero puedo decir con tranquilidad que hablamos, compartimos y nos reímos tanto como pudimos. Y por eso hoy puedo sentarme y recordar con cariño a mi amigo.

Comentarios

Entradas populares