Fiebre

Estoy tirada en la cama temblando por la fiebre mientras pienso en una de esas pocas desventajas de vivir sola: nadie le alcanza a uno un vaso de agua. Me duelen todos los huesos, y aún más las articulaciones. Debería levantarme a traer un par de pastillas, o al menos eso dice mi cerebro; mi cuerpo, mis sentimientos, mi alma y voluntad dicen que siga acostada. Hago un esfuerzo por moverme un par de centímetros y el dolor recrudece. Me duelen, literalmente, todos los huesos. Regreso a la posición inicial, allí, al menos, solo me duelen los huesos que descansan sobre la cama y por ende, sostienen mi peso. La voz de mi conciencia, o algo similar, trata de convencerme que allí, acostada, no voy a resolver nada, que la fiebre no se quita sola, que son necesarios esos antipiréticos, que aunque me duela todo, el esfuerzo valdrá la pena, pues pronto me sentiré mejor. Trato nuevamente de moverme un par de centímetros, pero el dolor hace que me detenga, no me gusta sentir dolor, le huyo al dolor, así que sigo acostada, temblando. Decido que sí, debo levantarme, pero primero trato de recordar exactamente donde están las píldoras, sí, tienen que estar en el botiquín de la habitación de al lado, sí… ¿o no? Ahora que lo pienso mejor, me tomé el último par de pastillas hace un par de semanas cuando tenía dolor de cabeza, ¡no puede ser!, ¡tengo que salir a la calle a comprar las odiosas pastillas!

Los vecinos deberían ir a comprarme el medicamento, claro, si no hubieran salido todos hoy temprano. La temperatura cambia drásticamente y ahora sudo copiosamente. Me empieza a dolor la cabeza y ahora, además, siento hambre. ¿Cuántos pasos habrá de mi cama a la tienda? ¿50, 100, 200?... Moví una mano sin querer, ¡que dolor tan espantoso!

—Si me hubiera levantado desde el principio los síntomas ya estarían desapareciendo…

— ¡Ay, por favor! ¡Que alguien calle a mi cerebro que ya parece mi mamá regañándome!

—Es la verdad. Igual voy a tener que ir, solo lo estoy posponiendo.

— ¿Y si público en Facebook que me estoy muriendo?, tal vez alguien venga con un par de pastillas.

—La tienda queda a media cuadra, ya hubiera ido, venido, y hasta preparado el desayuno.

—Es cierto, preparado el desayuno… ¡qué hambre tengo!

—Me está empezando a gustar la idea de publicar en Facebook que alguien me traiga un par de pastillas y el desayuno…

—Ya no tendría fiebre si desde el principio hubiera ido por las dichosas tabletas.

—Supongo que esas sombras que veo pasar es porque ya empecé a delirar de la fiebre.

—Bueno, sí, mejor voy por las pastillas.


Me siento en la cama y siento que hasta el cabello me duele. Como puedo me visto con pants, playera y me recojo el pelo, todo ello sentada en la cama pues entre el hambre y la fiebre siento que me voy a caer si hago todo eso de pie. Respiro profundamente para recobrar las fuerzas e inevitablemente pienso en cuantas veces he dejado que las cosas se compliquen por no querer enfrentar un poco de dolor. No sé ni por qué pensé en eso. Pero sí, tengo razón, han sido muchas las veces en que la solución ha sido clara, pero no he querido salir de mi dolorosa comodidad. Por evitar un dolor, por el que, de todas maneras, tendré que pasar. Me levanto y siento que hasta me truenan las rodillas al caminar. Ojalá esto me sirva de lección. 

Comentarios

  1. Mmmm me parece familiar los sintomas jajaja chikungunia... si es así que sigas mejor. Estoy a la orden si quieres que te lleve algo. Que buena redacción.

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