Ser alguien
Parte del éxito del consumismo es que nos toca el ego.
Nos ha metido en la cabeza que somos alguien si tenemos x o y producto. Y por
supuesto, todos tenemos nuestra cuota de ego que debemos satisfacer.
Así se le presenta el consumismo al joven de 18 años,
que vive en un pequeño apartamento de dos cuartos (uno para dormitorio y otro
para cocina-comedor-sala), que comparte con otros 5 miembros de su familia. Se
acaba de graduar y por fin recibe el primer sueldo del recién obtenido trabajo.
Su sueldo mínimo, que debe aportar casi en su totalidad a la casa porque los
frijolitos están cada vez más caros, le ofrece la pequeña posibilidad de ser
alguien en la vida. En ello piensa el joven, camino al trabajo, en el bus en
donde va colgado de una de las puertas, a riesgo de perder –literalmente– la
cabeza. Nuestro amigo no puede comprarse uno de esos carros que salen en Rápido
y Furioso. Ni siquiera uno de esos, tamaño miniatura, que parecen construidos
con una lámina más delgada que la de su casa, y que salen en oferta ofreciendo
cómodas mensualidades de mil y fracción. Así que, la opción más viable es ser
alguien comprando un teléfono de moda. Por supuesto, no logrará comprar el
celular por el que algunos hacen hasta fila, pero logará comprar un smarthphone decente, uno que le ayude a
coquetear un poco con las patojas escribiéndoles un ¨ola presioza, ke asiendo¨
en el Facebook, mientras le roba wi-fi al vecino. Uno que le haga sentir que
está ascendiendo en la escala social, que
le haga olvidar su deplorable condición, que lo aleje –al menos mentalmente– de
esos dos cuartos que ha dado en llamar su casa, y de la que, aún no sabe, lo
sacarán, junto con el resto de su familia, el próximo mes.
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